EL CAMINO DE LA ORACIÓN
P. César A. Dávila G.
Nunca ponderaremos lo suficiente sobre la necesidad de orar,
pero como el Señor nos manda.
Él nos pide que entremos en nuestro aposento y cerremos las puertas...
Procurarnos nada más que su sintonía, que Su mirada se confunda con nuestra mirada,
que las palpitaciones de Su corazón, palpiten al unísono con el nuestro;
que Su mente se enfoque a nuestros pensamientos,
que Su conciencia cósmica se sintonice con nuestra conciencia,
la oración es esto, nada más.
En la oración no necesitamos hacer otra cosa que abrir nuestra conciencia
y las puertas de nuestro ser, para que entre esa luz que viene de Él
e ilumine las reconditeces de esa conciencia.
Él es el bálsamo divino de consuelo, esperanza, amor y ternura.
Ese bálsamo resucita y cura cualquier herida
que se encuentre en el fondo de nuestro corazón.
No necesitamos hacer grandes esfuerzos para mantenernos en la oración, no lo veo así.
El niño pequeñito ¿qué esfuerzo puede hacer
para estar tranquilo en los brazos de su madre? Ninguno.
Una gran mística de nuestro tiempo Santa Teresita del Niño Jesús,
estableció una nueva escuela mística.
Ella es la maestra de la entrega a la Providencia Divina.
Esta santa decía: “Para qué preocuparnos de pedirle al Señor
las cosas que creemos que nos son necesarias,
para mí –decía- me basta permanecer en los brazos de Dios,
como permanece el niño en los brazos de su madre
y estarme total y absolutamente tranquila”.
Este es un pensamiento de quien comprendía lo que es la oración,
de quien conoce a Dios tan grande e inmensamente bueno,
tan lleno de amor y ternura.
No necesitamos hacer otra cosa en la oración.
Cuando mediten procuren poner en práctica
lo que el Señor como el gran Maestro, nos ha enseñado.
Él es nuestro Maestro, el Maestro de todos los maestros,
Él nos recomienda lo mejor,
nos indica el camino más fácil para nuestra propia realización,
y este camino es la oración.

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