¡SIEMPRE ADELANTE!
P. César A. Dávila G.
Cuando un viajero ha emprendido una larga y fatigosa jornada, siente el irresistible deseo de descansar. Este necesario descanso le hará recuperar las fuerzas perdidas, su mente visualizará aquella ansiada meta a la cual ha resuelto arribar y emprenderá nuevamente la jornada con mayor ánimo, con mayor optimismo.
¿Cómo juzgaríamos al viajero que lejos de proseguir el camino, dejará caer los brazos, se rindiera invenciblemente cansado y se quedara en el sitio en el cual se agotaron las fuerzas? ¿Qué diríamos de aquel que habiéndole encomendado una misión importante diera pie atrás? ¿Qué del pintor que, habiendo empezado un hermoso cuadro lo dejara sin terminar?
¿Qué de un arquitecto que solo se contentara con cavar los cimientos de un gran edificio y solo hubiera acumulado el material? La enseñanza de Cristo en este punto es terminante: una conquista en proyecto hay que llevarla adelante. Así dice:
“Quién de vosotros queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos a ver si tiene para terminarla, no sea que echados los cimientos y no pudiendo acabarla, todos cuantos le vean se burlen de él diciendo: este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar”. “O ¿qué rey saliendo a campaña para guerrear con otro rey, no considera primero y delibera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?” (Lc. 14, 28-31).
La calidad humana de una persona, el valor de un hombre se mide por su constancia, por su perseverancia en la obra en que ha emprendido. El éxito es el resultado inmediato del esfuerzo, del valor, del optimismo, del vigor, de la tenacidad en la consecución de un determinado objetivo. El crisol en donde se han fraguado y se han purificado los genios está aquí. Las grandes fortunas, los asombrosos descubrimientos, las obras maravillosas del arte, de la ciencia, de la cultura en todas sus variadísimas manifestaciones, radica aquí.
El secreto está en poner en práctica esta consigna: ¡Siempre adelante!
Desventuradamente, el número de los que comprenden esta filosofía de la vida y de los que llevan a la práctica es muy pequeño. Este mundo está lleno de espíritus mediocres, de almas pusilánimes, de mentes y conciencias derrotistas, de seres humanos sin altos ideales. Seguir adelante, a pesar de los fracasos, no obstante las incomodidades, la falta de medios adecuados y las dificultades; no dar pie atrás a pesar de las incomprensiones, de las calumnias, de la insidia de los perversos, de las persecuciones francas o solapadas de los necios o de los ignorantes, es propio de los espíritus superiores.
Seguir adelante, mientras se queda atrás esa inmensa caravana de seres humanos cuya consigna es la del menor esfuerzo, es propio de las élites que por el peso de una ley superior, están llamadas a dominar los conglomerados amorfos.

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