LA PAZ DE CRISTO
Dijo Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy;
no como el mundo la da os la doy yo” (Jn. 14, 27)
Quizá tú no alcanzas a comprender el valor de esta herencia.
Quizás nunca has experimentado en tu vida ni un minuto
de la paz que dejó Cristo en herencia.
Muchos pasan por la tierra sin nunca haber gustado del fruto de esta paz.
Vives muy inquieto y preocupado, ¿no es cierto?
Vives pensando cómo ganar dinero, cómo ganar amistades,
situaciones, dignidades, empleos.
Vives siempre inquieto por lo que de ti dirán o pensarán los otros.
Recelas de todo el mundo. Tienes desconfianza de todos.
Muchas horas del día y también parte de la noche
te distraes en fantasías que no te dejan tranquilo.
Eres insigne fabricante de castillos en el aire.
Esto no lo dices. Tienes vergüenza de confesar a otros.
Tu imaginación no está un rato tranquilo.
Vuela como la mariposa en un extenso prado. No tienes paz.
Si dices que tienes paz y vives revoloteando alrededor
de las cosas materiales como la mariposa alrededor de la llama,
estás engañándote a ti mismo, estás mintiendo.
Eso de revolotear siempre, eso de divagar siempre, no es tener paz.
La paz de Cristo es otra, óyeme bien.
Tú, sin embargo, puedes adquirir la paz que Cristo prometió a sus discípulos.
El método es muy sencillo. No tengas apego a nada, absolutamente a nada.
Todo lazo que tú establezcas aquí en este plano terrestre, no lo vuelvas irrompible.
No te esclavices a nada. No te ligues a nada de tal modo que pierdas tu libertad:
Ni a parientes, ni a amigos, ni a los bienes que poseas,
ni a las situaciones que se presenten.
El vivir absolutamente libre es el principio del vivir en paz.
Cuando hayas dado este primer paso, da el segundo:
Busca el Reino de Dios dentro de ti mismo.
Cuando hayas encontrado este Reino, habrás encontrado la paz.
Quizá no comprendes el significado de todo esto
porque no estás preparado para comprenderlo.
Pero haz un esfuerzo. Medita en lo que dice un amigo
que sabe lo que dice y quiere ayudarte porque esa es su misión.
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