AVE MARÍA
P. César A. Dávila G.
María eres la gloria de la Iglesia, la alegría del mundo,
el orgullo del linaje humano.
Sagrado Tabernáculo en donde se realizó la inefable unión
de lo divino y de lo humano, de lo temporal y de lo eterno,
de lo infinito y de lo pequeño,
de la persona del Verbo con la naturaleza humana,
eslabón misterioso que une el cielo y la tierra
como la escala de Jacob para conducir a los hombres a Dios
y para traer las gracias a los hombres.
Rayo de luna en la tormentosa noche del pecado,
visión de paz… símbolo de esperanza…
faro luminoso encendido por la mano del Omnipotente
entre las playas del tiempo y las riberas de la eternidad
para guiar a todos los náufragos del dolor
hacia el puente de la bienaventuranza.
María, bien merece el elogio del Espíritu Santo:
Tota Pulchra es amica mea...
Después de Dios, nada hay más grande que Ella…
por esto volvámonos a Ella misma implorando su favor:
¡Oh Madre Inmaculada! Envuelto en las tinieblas de la ignorancia, sin entendimiento,
sumergido en el mar de las pasiones de nuestro corazón,
somos incapaces de alabarte y de glorificarte si no nos muestras tu favor y amparo.
Os lo pedimos saludándote con el ángel: Ave María…

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